Todo solo ante la Soledad. Sola la brisa. Solo el espíritu. Solo el recuerdo y solo el grito, que de hacerse copla, exclamaría por el espacio huérfano de música y sonido en la triste noche penitencial:
¡Qué sola la Soleá!
¡camino de San Lorenzo
por la luna acompañá!
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