Lo peor es que el día antes estuvo la cosa animadita de priostía y no me enteré de nada estando a escasos 50 metros. Lo mejor, dejando a un lado lo precioso del entorno y el ambiete, es la conclusión existencial: los pasos me persiguen...







Dedicado a toda la gente buena de Palos y de Moguer que conocí, a mis compañeros y amigos de "aventura" -Rubén, Manué y Miguel Ángel- y a d. Ramón Serrera por arrastrarme a aquellos parajes colombinos.
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